En esta vida, querida marabunta, hay cosas muy malas, muy dolorosas, que te hacen pasar ratos sencillamente tremendos. Para ello hay que ponerse en situación, concentrarse, pensar lo que se siente en esos momentos en que somos más mortales que nunca y seguro que por una de estas experiencias ha pasado usted y usted y usted. Vamos, y más de una vez. Y en el momento más inoportuno.
Veamos. Usted acude a la sala 1.3 convocado por un tribunal para realizar sus pruebas para opositar a una institución pública. El día anterior ha sufrido las acometidas de su estómago traidor y en un par de ocasiones ha estado en un tris de hacer aguas y dibujar un buen "palomino" en su ropa interior, tratando de quitar presión a su estómago y tras inclinarse unos grados a derecha o izquierda. Sí, no lo niegue. No trate de engañarse.
Antes de salir de casa ha tomado todas las precauciones para evitar quedar en ridículo llegado el caso. Se ha vestido con correción, como diría el bachiller Pepiño, ha visitado en tres o cuatro o cinco ocasiones a Roca, ha perfilado su peinado, se ha llenado los bolsillos con todas las estampas que ha ido coleccionando en los últimos tiempos, aunque usted sea ateo, y con unos cuantos apuntes se presenta en la ya mentada sala 1.3.
El lío previo a cualquier evento de este tipo, los comentarios del "malafolla" de turno, las bromas del gilipuertas de guardia... y, todos al salón. Caras de estar rondando el patíbulo, gestos de terror tras un ruido traidor en el estómago, que se corta tras la aparición del tan temido tribunal que procede a anunciar el inicio de la prueba y el sorteo de los temas.
Esta presión, y más con lo que te estás jugando, es capaz de tumbar a un elefante. Es algo tremendo. Sólo un adoquín, curzado de imbecil, es capaz de sacar de su contexto para atacar a una institución pública. Pero viniendo de quien viene se puede entender. Es de la misma ganadería el que escribe como el que le consiente la estupidez.
Iniciada la prueba y entre tanto aspirante, pues nada es más normal que a una embarazada se le presenten ganas de aliviar su aparato urinario. Es normal en un cuerpo normal, como no lo va a ser en el de una persona en estado de buena esperanza. Pues claro que sí. Y para que se averigüe la solución debe mear en el suelo o en el bolsillo del presidente del tribunal. Pues tendrá que ir al baño convenientemente acompañada para evitar cualquier situación irregular. Nada más normal.
Otra cosa es cuando la situación se refiere a un tiarrón enorme que sentado en su silla empieza a sentir un intenso ruido estomacal que anuncia lo irremediable. Guru, guru, guru. Y en medio, un latigazo que le hace temer un escape de gas letal con resultados irreparables y que podría llegar a decretarse la cuarentena. A todo ello se suma un sudor frío que le corre por todo el cuerpo.
El opositor se siente hasta mareado, sigue sudando, sigue su guru, guru, guru. ¿Qué hacer en esos dramáticos momentos? Pues nada, solicitar la presencia de un miembro del tribunal y explicarle la situación. "Señor, tengo un apretón estomacal y si no voy al servicio suelto aquí todo lo que llevo dentro y no de la cabeza y se puede montar la de zeus". Imaginan lo que puede salir de un corpachón tan grande. Pues todo eso que suponen y quizás más. Es posible que no pudiese entrar nadie en esa sala 1.3 hasta la noche de los tiempos.
Que miembro de un jurado en su sano juicio será capaz de impedir a este ciudadano que vaya al lavabo y permita a su corpachón expresarse con libertad. La primera andanada dejó en ridículo los disparos de Los Cañones de Navarone, al margen del rico "caldo" casero que brota de sus entrañas. Un segundo viaje dejaría pálido a cualquier personaje con "Síndrome de Diógenes". Más aliviado y relajado, deja caer un par "glopaes" y procede a restaurar su condición humana.
Tras apretar cuatro o cinco veces el botón de salida de agua y de estar la taza a punto de desbordarse otras tantas, por no poder tragar toda la materia orgánica que pones a su disposición, sales y junto con el acompañante, que no ha muerto asfixiado de milagro, regresas al "matadero".
¿Qué malestar pudo provocar en el resto de opositores? Pues que hubiesen pedido ir a cagar, si es que lo necesitaban. A lo mejor "al tiarrón enorme" no le hizo ninguna ilusión estar sumido en semejante apretón. Con esos sudores fríos, esos latigazos estomacales, esos ruidos que parecen rugidos de león africano. Pero aquí de lo que se trata es de montar lío y atacar todo lo que se mueve.
Un artista opositor justifica que la embarazada salga a mear, que es una actividad de mínima peligrosidad. Pero se imagina ese irresponsable lo que habría pasado si el tiarrón "amolla" todo el material "radioactivo" que transportaba en sus entrañas. Unas tostaditas con esa crema se tendría que haber comido el mentecato este.
Pero es que cada medio de comunicación tiene el contenido que merece y ese, sí el que lo publica esto, es puritita mierda podrida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario